domingo, 18 de mayo de 2008

REPLIEGUE EN EL SUBSUELO

Esa mirada
asciende por las rejas de las cloacas,
trepa por los paréntesis
que van dejando los ojos extraviados,
y mancha
la córnea tersa de tu ombligo.

Esa mirada
penetra en la rugosa nuez de los minutos,
los devora
con paciencia de ardilla,
y en la textura leñosa del silencio
moja
el perfume dulce de tus ingles.

Esa mirada
desciende a los garajes subterráneos
donde viven aparcados
los sueños,
y entre la seriedad expectante de los coches
se entrega
al lento letargo del abrazo.

Esa mirada
busca en los asientos vacíos
la vieja ternura del embudo,
el pálpito del colibrí
y la crujiente caricia de arenisca
que turba
el nido de las arañas.

Hay en las paredes
tortuosas tuberías de salitre,
regueros oxidados de amor
y bombillas que alumbran
mortecinas
la quejumbrosa erupción de los suspiros.

Nunca hubo un temblor parecido.
Nunca una nostalgia fue tan viva.
Nunca un destino se hizo tan presente.

CIRCULO VICIOSO

Ya he estado en esta carretera antes.
Recuerdo las suaves ondulaciones del asfalto
y esas nubes viajeras por el cielo azul.
Conozco bien esa llanura que se extiende
más allá de los secos matorrales
hasta perderse de vista en el horizonte.
Muchas veces he estado tirado en esta cuneta,
O en una cuneta calcada exactamente a esta.
Es posible que un lugar sea igual a otro lugar,
y hasta puede que no me haya movido nunca
del paisaje que tengo grabado en la memoria.
Aquí la lluvia me ha ido arrugando el corazón
como a un viejo trozo de periódico,
y en ella el sol me ha ido cuarteando
como a esta vieja pared de adobe
que se va desmoronando poco a poco
bajo la simple erosión de mi mirada.
En esta carretera aprendí a detener el tiempo
en el lento humo de los cigarrillos,
y en ella mis ojos se ha iluminado
con todos los resplandores del cielo.
Sé que mis días están fijados
en los espejismos de esta carretera,
en el terco vaho de los sueños
que flotan en la neblina de la tarde,
y en esas líneas amarillas que conducen
a algún lugar perdido de mi infancia.

lunes, 11 de febrero de 2008

Soliloquio del camaleón

Ya no sé quién soy.
¿O lo sé pero no quiero saberlo?
De vez en cuando me muerdo las uñas.
Cuando nadie me ve, me escondo bajo mi piel.
El té no mata, sólo diluye la angustia.
¿Por qué te empeñas en buscar la belleza?
La tijera no corta la lluvia.
Los jazmines apestan.
Dentro de ese árbol hay un nido de culebras.
¿A qué viene esa tonta felicidad?

Un monstruoso acto de amor

Robarle la intimidad cotidiana a un escarabajo por lo visto es un acto de conocimiento del aprendiz de entomólogo. Palabra que, por desgracia, suena a embalsamador. La posible crueldad que conlleva mostrar obscenamente su vida debe ser disculpada en nombre de la ciencia. Decimos que lo hacemos por compasión, por amor. No le preguntamos a él: tal vez él hubiera preferido que no lo hubiéramos hecho. Todo el que ama también disecciona, con la misma desalmada y ansiosa curiosidad, el territorio secreto del ser amado. ¿Qué podemos aprender de ese territorio? ¿Los movimientos taciturnos de alguien que se siente atosigado por nuestra mirada? Deponer todo dominio: esa es la clave de acceso a la verdad del otro. Convertirse en el otro.

"Carácter es destino", Shakespeare


A veces uno siente que le falta algo, siente que su vida es un puzzle incompleto. Pero, y si, de pronto, alguien encajara ahí una pieza y llenase el hueco... ¿La admitiríamos? ¿O preferiríamos ignorarla por temor a comprobar si es la verdadera?


Atrofia sentimental

En el árbol frondoso, el insecto palo se camufla tan bien entre el follaje que pasa inadvertido incluso para los miembros de su especie. Su cuerpo ahusado, sus patas alámbricas y su color madera lo hacen prácticamente invisible. Parece en verdad un palito más del árbol en el que vive.
Ha aprendido a mimetizarse con el ambiente que le rodea para desaparecer del mundo. No soporta a la muchedumbre de insectos que comparten su hábitat. Toda esa actividad frenética en la que están siempre embarcados es realmente agotadora: ¿adónde se creen que van? Entregarse al vértigo de la acción sólo es una manera frustrada de escapar de la angustia que les socava por dentro.
Él prefiere estarse quieto, mirar el mundo con tiempo y pensar el sentido de las cosas. No le molesta que le insulten y le llamen huraño, misántropo, raro. Es un monje budista en busca del nirvana. Pero esa vida tan aislada tiene sus inconvenientes, porque algunos, confundiéndole con celulosa, le mordisquean por error. Él, en vez de protestar por el atropello, aguanta en silencio la afrenta y se aleja con un gesto ralentizado de orgullo.
Está solo, es verdad, pero no es un solitario. También él anhela compañía, pero una compañía que le comprenda de verdad y no la compañía circunstancial o meramente reproductiva que parecen querer el resto de los animales del árbol. El insecto palo espera que en la vida haya algo más que el simple y puro instinto que ve a su alrededor. A él toda esa promiscuidad insaciable le entristece.
Desde su atalaya vegetal, contempla el mundo que bulle en el árbol y siente la paradoja de la nostalgia de un amor que nunca ha tenido. Sabe que existe, en la copa del árbol, una hembra de su especie: de vez en cuando ha llegado hasta su nariz un rastro de señales químicas que le ha hecho estremecerse de deseo. Pero hasta ahora no ha tenido a suerte de dar con ella. Confía en que, algún día, cuando menos se lo espere, contorsionará su cuerpo y se percatará de que el trocito de rama donde acaba de instalarse es el abdomen de la hembra. Entonces sucederá el milagro. A no ser que, después de tanto tiempo de vida autista, haya olvidado por completo cómo se hace el amor.

Disolución entre mundos


Vivir en territorio de frontera. Cruzar el peldaño que separa los dos mundos. El blanco y el negro. El de la luz y de la sombra. El cálido y el frío. El mojado y el seco. Fundirlos hasta convertirlos en uno solo, híbrido de ambos: un mundo gris, tibio, húmedo y en penumbra.

domingo, 10 de febrero de 2008

Petrificarse en la soledad


Somos como seres prehistóricos que se han petrificado en el tiempo de la soledad: el vacío es nuestro destino a no ser que hagamos algo. Nada está escrito: es la inercia del miedo lo que nos impide encontrarnos. ¿Quieres tú ser encontrado?

Encuentros entre los intersticios



Pero parece imposible fundirse.
Siempre queda un hueco,
un vacío, una rendija, que
acaba ocupando el tiempo.
Un hueco que se llena de
oscuridad y telarañas.

lunes, 4 de febrero de 2008

sábado, 2 de febrero de 2008

Lecciones de inmersión


Cerca de casa, a tan sólo un par de quilómetros a pie, encontré una tarde este riachuelo que discurre por un cauce oculto entre cañaverales. El caudal era humilde y limpio. Mientras miraba las aguas, pensaba en cómo aprender a dejarme llevar por ellas sin oponerme a la corriente, sin resistirme a su empuje. Dejar de luchar, irme puliendo poco a poco con su roce hasta alcanzar la forma suave y perfecta de esos cantos. Tenderme bajo el agua y volverme esa piedra cálida que alguien se llevaría a casa y acariciaría sabiendo que contiene la sabiduría del tiempo.

adagietto sinfonia 5 mahler

boomp3.com

Algo que crece en el silencio y se expande como una promesa de esperanza...

Desapariciones

Desaparecer es una forma de sobrevivir en un medio hostil. Todo conspira a nuestro alrededor para que desaparezcamos por alguna puerta secreta que conduce a otro lugar. En realidad, nuestra mayor ambición es volvernos invisibles. Convertirnos en fantasmas. Sin darnos cuenta, hemos ido construyendo un mundo repleto de pasadizos por los que perdernos en otra dimensión. Hay quien, una vez cruzado ese pasadizo, ya no sabe volver a la realidad. Cree que vive en ella pero en realidad está en otro lado. Su mente ha extraviado a su cuerpo y se mueve sonámbula por las cosas de la vida. Todo lo que ve son espejismos, cosas que no existen, recuerdos inventados. Cree que vive, sólo sueña.

Los relatos que vienen a continuación cuentan la historia de una desaparición. Leerlos también es una forma de desaparecer. Ten cuidado.

Si quieres desaparecer...

Si quieres volatilizarte...

Si quieres ser usurpado...